El encontrarse es un proceso, no una meta

Encontrarse a uno mismo implica perderse repetidas veces por diferentes caminos antes de encontrarse con el verdadero camino. Se necesita de coraje, valentía, paciencia, amor, curiosidad e intensas ganas de saber la verdad; de aceptación y humildad para reconocer que las caídas nos van mostrando con más certeza el verdadero camino. Donde el miedo se usa como puente para llegar a zonas, lugares y personas que nos engrandecen, que nos recuerdan a qué vinimos.

Se necesita compromiso, disciplina para lidiar con lo que otros nunca aceptarían como verdad o una realidad.

Una mente abierta para reconocer y leer lo que no se puede percibir con los dos ojos físicos y morir en el intento. Transitar el dolor con sabiduría y verlo solo como un maestro de la experiencia e indicador de que se está viviendo y esto es real (al igual que las otras emociones).

Honestidad para quitarse las máscaras e ir por el mundo, no más con la armadura de ser uno mismo.

Reconocer en la materia y en los otros las ilusiones y condicionamientos que solo sirven en el paradigma material y no forzarlos a que vean más allá. Ver en el ego, una compañía que nos reta a ser mejores que ayer y salir de prisiones y burbujas mentales. El ego es el mejor maestro de la materia y la supervivencia. Pero ahora, ya no necesitamos de eso. Se necesita saltar y confiar en que seremos atrapados constantemente. Esa es la práctica de la fe y la esperanza.

Estar aquí es un acto de fe. Reconocer quién eres realmente es un viaje que abarca toda la gama de emociones, pero que culmina con el calor del amor y el cálido abrazo de los rayos de un sol.